jueves, 4 de julio de 2013

OPERA PRIMA

No han sido pocas las veces en que me han reprochado por ser muy exagerada. Al principio me molestaba mucho pero no por ello dejé de plantearme si tenían razón o no. En realidad creo que el término "exagerada" resulta inexacto en este caso. Más bien podría decirse que pertenezco a esa clase de personas que podrían escribir (o sentir en toda su hondura) versos del tipo "no hay extensión más grande que mi herida", que, por cierto, es el tema de mi primer ensayo, en cierto modo.

Ayer comencé a escribir mi primer ensayo y ayer mismo concluí. Por supuesto, se trata de una obrita corta pero, en ningún caso, escasa de ambición y de contenido. El libro trata sobre el dolor, sobre la muerte, sobre el vacío. Es el resultado de un esfuerzo, podríamos decir, titánico por meter toda el agua de todos los océanos en un delicado frasco de perfume. Y creo que lo he conseguido. Ayer mismo, en una escena anodina, escuchando a mis hijos hablar por teléfono, fui consciente de golpe de todas las pérdidas de mi vida. Pues bien, creo que estoy en condiciones de afirmar que mi ensayo engloba y presenta la esencia de todas las esas pérdidas, que es la misma, la clave de todas las derrotas, el miedo, la angustia y la muerte.

Personalmente, me interesa mucho el tema de la muerte en sus múltiples aspectos. La muerte como motor, como freno, la estética y la belleza misma de la muerte. El hecho de morir, ese momento. Pero todo ello será el objeto de otro libro más adelante. En este primer trabajo mi intención era llegar a la naturaleza de la muerte en lo más básico, la pulpa, la esencia. Y bien, tendrá que hablar la crítica y el público, pero creo que puedo estar satisfecha con el resultado. En realidad, íntimamente estoy muy satisfecha.

Debo decir que he tenido mis más y mis menos con mi editor, cosa con la que no contaba, la verdad. A lo largo de la tarde de ayer me devolvió el borrador tres veces, indignado, dice, con mi absurda actitud de no querer cambiar ni una coma. No he podido. Aquel de vosotros que haya escrito un libro de síntesis me entenderá. No se puede retocar un todo redondo. No estoy dispuesta a tolerar muescas en la esfera perfecta. De modo que hemos roto relaciones y he optado por la autoedición. Ahora estoy buscando una plataforma que se ajuste a mis necesidades. En cualquier caso, tengo muchas ganas de conocer vuestra opinión, amigos míos, mis críticos más audaces y más feroces. Así, que se me ocurre sobre la marcha que os voy a adelantar el borrador definitivo, a falta del prólogo que espero conseguir del que fue mi maestro y mentor, el que me ha espoleado en las horribles jornadas de hoja en blanco, don Jorge Manuel Santibáñez del Río, a quien tanto estimo y tanto debo. Como título, acepté una sugerencia de mi marido, muy acertada en mi opinión porque considero que ejerce un efecto señuelo-anzuelo sobre el curioso que toma el libro en sus manos y se enfrenta a la portada desde el desconocimiento absoluto, tanto de la autora (yo misma) como de la obra. El título queda, pues, así: "El alma de todas las desgracias o cómo explicarse uno la mala suerte propia".Y, sin más preámbulos, aquí va el texto completo, inédito aún, para vosotros: "No."

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