martes, 22 de marzo de 2011

PERO YA

Un recuerdo desenterrado inesperadamente de una tumba helada. Una escena a sus catorce años en la que ella lloraba desconsolada, de dolor, de rabia, de adolescencia pura y su madre no sabía qué hacer con eso. ¿Cómo es posible que una madre no sepa qué hacer con un hijo que llora?. Luego llegaba el padre, que sí sabía. La obligaba a callarse, "pero ya". Con la sorpresa desagradable de ese recuerdo entró con Mario en el despacho de él a las cuatro de la madrugada.


- Mario, si no fuera por la Nespresso, tu despacho sería el templo de las formas puras. Todas las líneas son paralelas, o perpendiculares, o circunferencias perfectas.

- Vamos a centrarnos, Chena, que son las cuatro.

- Jo-der.

- Perdona, perdóname.

- Nada, nada, vamos a centrarnos.


Y vuelta de la escena de la madre incapaz a la cabeza de Azucena. Ahora lo entendía un poco mejor. Se había acordado de eso porque un rato antes, tras la visión del tercer cadáver, ella misma había tenido la sensación de no saber qué hacer. Pero Mario centraba el juego. Cómo se repiten los patrones, pensaba ella. Cómo nos buscamos para reencontrarnos y perpetuar roles y dinámicas.


Mario rodeó la mesa en mangas de camisa y se sentó erguido, con ese gesto tan suyo de sujetarse la corbata con la mano sobre el abdomen. Tomó un folio en blanco y con su bolígrafo Montblanc comenzó a esquematizar su mapa mental.


- Mira Chena.


Ella estaba sentada al otro lado de la mesa, en el borde de la silla, con el cuerpo inclinado hacia delante y absorta en la contemplación de la escritura de Mario. Toda energía, toda atención. Jugueteaba pellizcándose los labios con la mano derecha. Pero, presa de esa excitación en que se sumía trabajando con Mario, era consciente a la vez de que necesitaba vaselina y de cómo Mario estaba articulando datos, fechas y lugares con una perspicacia sobrenatural.


Los trazos de Mario sobre el folio aserraban la madrugada. Seguros, acotados. Su voz era la de Dios dictando a Moisés.


- Mario, eres la hostia.

- Los vamos a coger, Chena. Sé firme con tus hombres porque los vamos a coger.

- Vete a tomar por culo. Pero ya.




Se levantó, cogió el bolso y su cazadora y abrió la puerta del despacho. Al salir le sacó la lengua a Mario y le hizo una pedorreta. El se quedó de pie, pensativo, y se acordó de su hija Amalia, tan lejos y desde hacía tanto tiempo.

1 comentario:

  1. Ah! Qué hermosura ver a las cigueñas volviendo a los campanarios!
    Espero nuevos capítulos de este Bad Man.Novela negra o realismo literario? El pulso firme otra vez, ésta es Justine for ever.

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