y se me olvida todo lo demás;
muchas son las lagunas de mi memoria
Hay una persona hacia la que mi gratitud no
será nunca justa. Quiero decirlo hoy y aquí.
Ocurre que él rescató estos versos de Machado
en su momento y me los ofreció como el que te pasa la sal, como el que te
acerca el martillo o la toalla. Y con el paso del tiempo la resonancia de estos
versos ha llegado a ser una herramienta muy valiosa para mí. Unos meses más
tarde esta misma persona me propuso Las partículas elementales y no hay
nada que recuerde más de este libro que la emoción que me suscitó. Machado...
En realidad, mi experiencia de esta novela y de Houellebecq en general es una
experiencia emotiva que no se parece mucho a una experiencia de placer
estético o al disfrute de una buena historia. En realidad, si de algo hablo
cuando hablo de Houellebecq por encima de otros autores es de afectos
propios.
La emoción de las cosas...
No diré nada de mi trayecto a lo largo de la
novela. Sólo quiero contar el final. Terminé de leer Las partículas
elementales el día 24 de agosto de 2008 en un ferry que me llevaba de la
isla de Mallorca a la península. Después del punto final cerré el libro y
levanté la mirada. En el horizonte, a través de la ventana, la costa de Ibiza.
Dentro del barco, moquetas y tapicerías anaranjadas y otras personas matando el tiempo en sus cosas. Me quedé
inmóvil durante un rato, respirando despacio por la boca en la danza pasiva del
bamboleo amplio y lento del barco. No podía hablar, no podía moverme, no tenía
ningún deseo ni ninguna necesidad, no sentía placer, ni dolor. No importaba el
paisaje. No había paisaje. Ni fuego, ni hielo. El final del libro fue para mí
una puerta abierta a la parálisis, el vacío y el desafecto.
Esa sensación me duró días y me produjo
perplejidad, tanta que intenté entender por qué me había pasado esto.
Investigué sobre Houellebecq y leí otros libros suyos, con efectos parecidos. Tuve
la suerte de poder asistir a una conferencia que pronunció cerca de mi ciudad.
Podría hablar de su vida, de su aspecto, de su mirada, de su narrativa y de su
madre. Pero nada de eso explica mi experiencia con su libro, al menos no
principalmente. Claro que no. Y además da igual. Lo que importa es lo que
perdura, la emoción de las cosas, y en ello hay más de uno mismo que de
cualquier otra cosa.
La emoción de las cosas, Las partículas
elementales y mi querido amigo que me ayudaba a limpiar el parabrisas son
los vértices de un triángulo primordial para el que quiero que este espacio sea
un homenaje.
Me gusta.Cuanto tiempo, no te enfries.
ResponderEliminar