martes, 10 de julio de 2012

LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES


Sólo recuerdo la emoción de las cosas,
y se me olvida todo lo demás;
muchas son las lagunas de mi memoria

Hay una persona hacia la que mi gratitud no será nunca justa. Quiero decirlo hoy y aquí.

Ocurre que él rescató estos versos de Machado en su momento y me los ofreció como el que te pasa la sal, como el que te acerca el martillo o la toalla. Y con el paso del tiempo la resonancia de estos versos ha llegado a ser una herramienta muy valiosa para mí. Unos meses más tarde esta misma persona me propuso Las partículas elementales y no hay nada que recuerde más de este libro que la emoción que me suscitó. Machado... En realidad, mi experiencia de esta novela y de Houellebecq en general es una experiencia emotiva que no se parece mucho a una experiencia de placer estético o al disfrute de una buena historia. En realidad, si de algo hablo cuando hablo de Houellebecq por encima de otros autores es de afectos propios.

La emoción de las cosas...

No diré nada de mi trayecto a lo largo de la novela. Sólo quiero contar el final. Terminé de leer Las partículas elementales el día 24 de agosto de 2008 en un ferry que me llevaba de la isla de Mallorca a la península. Después del punto final cerré el libro y levanté la mirada. En el horizonte, a través de la ventana, la costa de Ibiza. Dentro del barco, moquetas y tapicerías anaranjadas y otras personas matando el tiempo en sus cosas. Me quedé inmóvil durante un rato, respirando despacio por la boca en la danza pasiva del bamboleo amplio y lento del barco. No podía hablar, no podía moverme, no tenía ningún deseo ni ninguna necesidad, no sentía placer, ni dolor. No importaba el paisaje. No había paisaje. Ni fuego, ni hielo. El final del libro fue para mí una puerta abierta a la parálisis, el vacío y el desafecto.

Esa sensación me duró días y me produjo perplejidad, tanta que intenté entender por qué me había pasado esto. Investigué sobre Houellebecq y leí otros libros suyos, con efectos parecidos. Tuve la suerte de poder asistir a una conferencia que pronunció cerca de mi ciudad. Podría hablar de su vida, de su aspecto, de su mirada, de su narrativa y de su madre. Pero nada de eso explica mi experiencia con su libro, al menos no principalmente. Claro que no. Y además da igual. Lo que importa es lo que perdura, la emoción de las cosas, y en ello hay más de uno mismo que de cualquier otra cosa.

La emoción de las cosas, Las partículas elementales y mi querido amigo que me ayudaba a limpiar el parabrisas son los vértices de un triángulo primordial para el que quiero que este espacio sea un homenaje.

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