Está bien que un grupo te guste más cuando bebes.
Está bien que un grupo te guste más.
Está bien que un grupo te guste.
Está bien un grupo.
Está bien.
Bien.
No.
No vas.
No vas a hacer.
No vas a hacer cosas.
No vas a hacer cosas que no.
No vas a hacer cosas que no te gustan.
lunes, 21 de octubre de 2013
jueves, 4 de julio de 2013
OPERA PRIMA
No han sido pocas las veces en que me han reprochado por ser muy exagerada. Al principio me molestaba mucho pero no por ello dejé de plantearme si tenían razón o no. En realidad creo que el término "exagerada" resulta inexacto en este caso. Más bien podría decirse que pertenezco a esa clase de personas que podrían escribir (o sentir en toda su hondura) versos del tipo "no hay extensión más grande que mi herida", que, por cierto, es el tema de mi primer ensayo, en cierto modo.
Ayer comencé a escribir mi primer ensayo y ayer mismo concluí. Por supuesto, se trata de una obrita corta pero, en ningún caso, escasa de ambición y de contenido. El libro trata sobre el dolor, sobre la muerte, sobre el vacío. Es el resultado de un esfuerzo, podríamos decir, titánico por meter toda el agua de todos los océanos en un delicado frasco de perfume. Y creo que lo he conseguido. Ayer mismo, en una escena anodina, escuchando a mis hijos hablar por teléfono, fui consciente de golpe de todas las pérdidas de mi vida. Pues bien, creo que estoy en condiciones de afirmar que mi ensayo engloba y presenta la esencia de todas las esas pérdidas, que es la misma, la clave de todas las derrotas, el miedo, la angustia y la muerte.
Personalmente, me interesa mucho el tema de la muerte en sus múltiples aspectos. La muerte como motor, como freno, la estética y la belleza misma de la muerte. El hecho de morir, ese momento. Pero todo ello será el objeto de otro libro más adelante. En este primer trabajo mi intención era llegar a la naturaleza de la muerte en lo más básico, la pulpa, la esencia. Y bien, tendrá que hablar la crítica y el público, pero creo que puedo estar satisfecha con el resultado. En realidad, íntimamente estoy muy satisfecha.
Debo decir que he tenido mis más y mis menos con mi editor, cosa con la que no contaba, la verdad. A lo largo de la tarde de ayer me devolvió el borrador tres veces, indignado, dice, con mi absurda actitud de no querer cambiar ni una coma. No he podido. Aquel de vosotros que haya escrito un libro de síntesis me entenderá. No se puede retocar un todo redondo. No estoy dispuesta a tolerar muescas en la esfera perfecta. De modo que hemos roto relaciones y he optado por la autoedición. Ahora estoy buscando una plataforma que se ajuste a mis necesidades. En cualquier caso, tengo muchas ganas de conocer vuestra opinión, amigos míos, mis críticos más audaces y más feroces. Así, que se me ocurre sobre la marcha que os voy a adelantar el borrador definitivo, a falta del prólogo que espero conseguir del que fue mi maestro y mentor, el que me ha espoleado en las horribles jornadas de hoja en blanco, don Jorge Manuel Santibáñez del Río, a quien tanto estimo y tanto debo. Como título, acepté una sugerencia de mi marido, muy acertada en mi opinión porque considero que ejerce un efecto señuelo-anzuelo sobre el curioso que toma el libro en sus manos y se enfrenta a la portada desde el desconocimiento absoluto, tanto de la autora (yo misma) como de la obra. El título queda, pues, así: "El alma de todas las desgracias o cómo explicarse uno la mala suerte propia".Y, sin más preámbulos, aquí va el texto completo, inédito aún, para vosotros: "No."
Ayer comencé a escribir mi primer ensayo y ayer mismo concluí. Por supuesto, se trata de una obrita corta pero, en ningún caso, escasa de ambición y de contenido. El libro trata sobre el dolor, sobre la muerte, sobre el vacío. Es el resultado de un esfuerzo, podríamos decir, titánico por meter toda el agua de todos los océanos en un delicado frasco de perfume. Y creo que lo he conseguido. Ayer mismo, en una escena anodina, escuchando a mis hijos hablar por teléfono, fui consciente de golpe de todas las pérdidas de mi vida. Pues bien, creo que estoy en condiciones de afirmar que mi ensayo engloba y presenta la esencia de todas las esas pérdidas, que es la misma, la clave de todas las derrotas, el miedo, la angustia y la muerte.
Personalmente, me interesa mucho el tema de la muerte en sus múltiples aspectos. La muerte como motor, como freno, la estética y la belleza misma de la muerte. El hecho de morir, ese momento. Pero todo ello será el objeto de otro libro más adelante. En este primer trabajo mi intención era llegar a la naturaleza de la muerte en lo más básico, la pulpa, la esencia. Y bien, tendrá que hablar la crítica y el público, pero creo que puedo estar satisfecha con el resultado. En realidad, íntimamente estoy muy satisfecha.
Debo decir que he tenido mis más y mis menos con mi editor, cosa con la que no contaba, la verdad. A lo largo de la tarde de ayer me devolvió el borrador tres veces, indignado, dice, con mi absurda actitud de no querer cambiar ni una coma. No he podido. Aquel de vosotros que haya escrito un libro de síntesis me entenderá. No se puede retocar un todo redondo. No estoy dispuesta a tolerar muescas en la esfera perfecta. De modo que hemos roto relaciones y he optado por la autoedición. Ahora estoy buscando una plataforma que se ajuste a mis necesidades. En cualquier caso, tengo muchas ganas de conocer vuestra opinión, amigos míos, mis críticos más audaces y más feroces. Así, que se me ocurre sobre la marcha que os voy a adelantar el borrador definitivo, a falta del prólogo que espero conseguir del que fue mi maestro y mentor, el que me ha espoleado en las horribles jornadas de hoja en blanco, don Jorge Manuel Santibáñez del Río, a quien tanto estimo y tanto debo. Como título, acepté una sugerencia de mi marido, muy acertada en mi opinión porque considero que ejerce un efecto señuelo-anzuelo sobre el curioso que toma el libro en sus manos y se enfrenta a la portada desde el desconocimiento absoluto, tanto de la autora (yo misma) como de la obra. El título queda, pues, así: "El alma de todas las desgracias o cómo explicarse uno la mala suerte propia".Y, sin más preámbulos, aquí va el texto completo, inédito aún, para vosotros: "No."
miércoles, 3 de julio de 2013
PUTO LOCO
Joder, vaya pedal. No voy a llegar a mi cama. Hace unas horas decidí suicidarme y ahora, puto loco, pedo perdido, regando de vómitos la avenida, muerto por caer en mi cama. Puto loco y puta loca mi hermana que me ha dado la idea por teléfono. Ahora no puedo, pero mañana volveré a llorar y a temblar y a no poder más. Mañana me cuelgo, lo sé. Dice mi hermana que me quite la vida, ¿o qué?. Y no hay qué que valga. Me ha dicho que me tome una pastilla pero yo no quiero tomar pastillas. Entonces tómate dos cervezas y métete en la cama. Ahora no puedo pero mañana cuando me despierte ya verás...
No se lo cree, pero mañana me cuelgo, y ella lo escribirá en su blog.
martes, 2 de abril de 2013
UN PINTOR. UN CUADRO. UNA VIDA
El pintor
se detuvo largamente en la hoja de la navaja. Unos días antes había dedicado toda la tarde a la
mirada de la vieja y, en cambio, las mondas de patata eran una masa informe
dentro del cubo azul que no le había ocupado más de unos minutos. Estaba terminando la punta de acero en
una finísima
y lenta pincelada con los ojos casi cerrados cuando escuchó el timbre retozón del colegio de al lado que
anunciaba el fin de la jornada escolar. Al momento, su mujer entró en el taller.
- ¿Por qué estás tardando tanto con este
cuadro?
- Esa
pobre loca...
Su mujer
cerraba las ventanas y mientras tanto el pintor hojeaba el diario que ella había dejado encima de la mesa.
- No te
está
gustando este trabajo.
- Sí. Sí, sí. Hay elementos que me parecen
muy especiales. Pero me inquieta...de alguna manera.
- ¿Para cuándo es la entrega?
- Una
semana, pero no va a estar.
- Igual
podrías
trabajar un rato más por las tardes.
- No.
Hasta el final del cole.

La escena
se desarrollaba en la cocina de una casa de pueblo. A la izquierda, una vieja
de negro y encorvada pelaba patatas; a la derecha, de perfil, una mujer de
mediana edad trajinaba delante del fogón; entre las dos mujeres, una mesa de camilla con cuatro
sillas de anea.
- ¿Se está riendo la mujer más joven?, preguntó el pintor
- Estaría cantando. Mi hermana era muy
cantarina.
El cuadro
no avanzaba mucho en los primeros días y el pintor se entretuvo durante un par de tardes en la
filigrana del tapete de la mesa antes de completar el dibujo. A ratos se
sentaba enfrente del lienzo y miraba la foto. Llamó en dos ocasiones a su clienta
y hablaron de detalles banales. No era un trabajo fácil y su mujer era testigo
diario de las dificultades y los progresos cuando llegaba cada tarde al taller
después del
colegio. A ella le llamó mucho la atención la intensidad de los ojos de la vieja, que mondaba
patatas pero miraba de reojo a la otra mujer.
- Tiene
una fuerza extraordinaria.
- ¿Te parece?
- Sí, enorme. Fíjate, cuando entras y miras el
cuadro te atrapan los ojos de la vieja,
después la
cara de la otra mujer y luego la navaja.
- ¿En serio?
- Sí. Un gran trabajo.
El día previo a la entrega, el
pintor firmó el
cuadro en la esquina inferior derecha unos minutos antes de que sonara el
timbre del colegio. Después llegó su mujer y él hojeó la prensa mientras ella cerraba las ventanas, como
siempre. Lo sobrecogió un titular: "Una mujer salva milagrosamente la vida
después de
recibir más de
diez puñaladas
que le asestó su
propia madre con una navaja".
Al día siguiente no acudió nadie a recoger el cuadro.
viernes, 22 de marzo de 2013
G-SHOCK. PROTECTION
Los días se van alargando del mismo modo que crecen los hijos. Uno no se entera hasta que de repente cae en la cuenta de que no hay que encender la luz a la hora de cenar, o se encuentra una nota de amor a lápiz en un bolsillo del uniforme. Es un shock, pero un shock absurdo porque no ha ocurrido de golpe. Ha sido un presente continuo vivido en una continua inopia. En realidad, no es más que el dolor de tomar conciencia de la vida malgastada o de los trenes perdidos. Pensaba esto y estuve a punto de decírselo a mi compañero pero me he contenido a tiempo. En realidad lo que quiero es que me dejen en paz y sé que si entablo un mínimo contacto la otra persona se me infiltra y me fastidia con sus demandas.
No quiero saber nada y me subo la mascarilla hasta el párpado inferior. Mi propio aire exhalado queda retenido dentro de esa cápsula y me acaricia y me calienta la cara. Las conversaciones de los demás son un zumbido extraterrestre. Me concentro en cinco parámetros y en los movimientos de una sola persona. Va a ser así durante tres horas.
Pero no. Se aproxima un tipo vigoroso con los brazos tatuados y me explica las claves del éxito creciente de Samsung en el mercado. Lleva un reloj enorme con las manecillas doradas que chisporrotean delante de mis ojos reflejando todos los malditos haces de luz con los que se topan. Qué gestualidad tan grosera, ese manoteo. Siento que odio a ese hombre y fantaseo con la idea de arrebatarle el reloj y golpearle con él en la cabeza hasta hartarme. No lo hago, pero interrumpo el contacto visual con él y vuelvo a mi monitor en mitad de su discurso.
Que no estoy, que me dejes en paz.
En pocos minutos consigo que nadie me hable, ni me mire. Entro al cuarto de baño y alguien que pasa por allí me apaga la luz desde fuera.
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