- Date prisa, que llevas tres horas en el cuarto de baño.
- Joder.
- Ni joder ni leches, llegamos tarde.
Salen de casa sin hablar. En el ascensor se mezclan sus perfumes pero ellos dos no se tocan. Tienen un aspecto magnífico. Por separado.
Se equivocan de local, y se lo reprochan mutuamente. Durante muchas frases. Durante silencios estratégicos mientras buscan el local verdadero. El IRA auténtico. Hay kilómetros de distancia entre el asiento del conductor y el del copiloto esta noche. Y un arsenal nuclear debajo de cada uno de ellos. Pero llegan, y a tiempo, parece.
En la puerta se produce el primer gesto. Llegan los dos con el ceño fruncido. Pero él se detiene antes y deja que ella se coloque delante. El vigileta espera. Él saca las dos entradas del bolsillo y se las entrega. Adelante, disfrutad. Ella aún guarda luz suficiente para inaugurar el local, aunque ya hay gente dentro. Luz mate, pero luz. Él entra inmediatamente detrás. Le guarda la espalda. Media entrada. Gente normal. Animados y esperando.
Titubean pero él decide. Muy serio la toma de la mano y se adelanta hacia la barra. Se acabó. Otra vez no pasa nada. Ella relaja los hombros y llena el pecho de aire. Hace años él hizo lo mismo cuando todavía no se habían tocado, y se derritieron los polos. Cogerla de la mano y abrir camino. Y ahora, los polos se derriten otra vez. ¿Es posible?.
Mmmm. Quiero olerlo, quiero olerle el cuello. Quiero morderle.
No se dicen nada pero ya no tienen el ceño fruncido. Aún no se han dicho nada desde que se reprocharon la equivocación del local, pero él abre hueco hacia la barra, pide un par de cervezas, paga y vuelve a tomarla de la mano buscando a los amigos. Los encuentran, se saludan y se acoplan. El grupo está a punto de salir. Media cerveza.
Los músicos salen. Y se entregan. Como si no hubieran pisado otra sala en su vida. Axel juguetea con las baquetas y con la boca, y ella aprieta los dientes en una sonrisa máxima. Se gira y él le devuelve una media sonrisa. Empieza el concierto: “son las seis he dormido mal es un día gris…” . El público corea la letra en el paroxismo del principio. Y bailan, y cantan.
Nuestros protas se han relajado y disfrutan con sus amigos, pero cuando se cruzan las miradas empiezan a saltar chispas. De vez en cuando. ¿Otra cerveza?. Ahora va ella a la barra y se lleva puesto un pellizco en el culo. Mientras, Marc está "sentado en la nube más alta…." En la barra ella mira y la miran mientras espera. Cuando vuelve Marc está bajando del escenario y pide al público que se siente en el suelo. Ella llega justo a tiempo de sentarse y se le cae un poco de cerveza en la cara y en el escote. Él se le acerca y se la limpia del cuello con la lengua. Marc está de pie delante de ellos dos. Se ha dado cuenta y les guiña un ojo en mitad de "el giraluna".
Termina la canción, él le da la mano para ayudarla a levantarse del suelo y la recibe en lo alto con la boca. Lo propio hace Jesús con Marc ayudándole a subir al escenario. Y la siguiente, "en mi garganta", ya la escuchan y la cantan entrelazados. El le susurra al oído un fragmento de la letra: "está en mi garganta, está en mi garganta, me está cortando y sangra, me está cortando y sangra, me ahoga el te quiero que jamás podré decir". Mmmm. Ya está. Ya lo has dicho. ¡Ya está!.
La última canción que escuchan, y no del todo, es "El incendio". Nuestros chicos se han
apartado a un rincón del local y se han enfrascado en un increíble muerdo adolescente con una excitación fuera de control. "Arden, ohh, ohhhhhh arden los muros y los tejados, arden las sombras de tu pasado, arden en llamas nuestros abrazos oh, oh…"
La canción no ha terminado, pero ellos salen rápidamente de la sala medio desabrochados, buscando el refugio del coche. …Esto es el incendio, esto es el incendio, somos un incendio sin control….
Y después a casita, que mañana han quedado temprano para ir a recoger a los niños.
- Joder.
- Ni joder ni leches, llegamos tarde.
Salen de casa sin hablar. En el ascensor se mezclan sus perfumes pero ellos dos no se tocan. Tienen un aspecto magnífico. Por separado.
Se equivocan de local, y se lo reprochan mutuamente. Durante muchas frases. Durante silencios estratégicos mientras buscan el local verdadero. El IRA auténtico. Hay kilómetros de distancia entre el asiento del conductor y el del copiloto esta noche. Y un arsenal nuclear debajo de cada uno de ellos. Pero llegan, y a tiempo, parece.
En la puerta se produce el primer gesto. Llegan los dos con el ceño fruncido. Pero él se detiene antes y deja que ella se coloque delante. El vigileta espera. Él saca las dos entradas del bolsillo y se las entrega. Adelante, disfrutad. Ella aún guarda luz suficiente para inaugurar el local, aunque ya hay gente dentro. Luz mate, pero luz. Él entra inmediatamente detrás. Le guarda la espalda. Media entrada. Gente normal. Animados y esperando.
Titubean pero él decide. Muy serio la toma de la mano y se adelanta hacia la barra. Se acabó. Otra vez no pasa nada. Ella relaja los hombros y llena el pecho de aire. Hace años él hizo lo mismo cuando todavía no se habían tocado, y se derritieron los polos. Cogerla de la mano y abrir camino. Y ahora, los polos se derriten otra vez. ¿Es posible?.
Mmmm. Quiero olerlo, quiero olerle el cuello. Quiero morderle.
No se dicen nada pero ya no tienen el ceño fruncido. Aún no se han dicho nada desde que se reprocharon la equivocación del local, pero él abre hueco hacia la barra, pide un par de cervezas, paga y vuelve a tomarla de la mano buscando a los amigos. Los encuentran, se saludan y se acoplan. El grupo está a punto de salir. Media cerveza.
Los músicos salen. Y se entregan. Como si no hubieran pisado otra sala en su vida. Axel juguetea con las baquetas y con la boca, y ella aprieta los dientes en una sonrisa máxima. Se gira y él le devuelve una media sonrisa. Empieza el concierto: “son las seis he dormido mal es un día gris…” . El público corea la letra en el paroxismo del principio. Y bailan, y cantan.
Nuestros protas se han relajado y disfrutan con sus amigos, pero cuando se cruzan las miradas empiezan a saltar chispas. De vez en cuando. ¿Otra cerveza?. Ahora va ella a la barra y se lleva puesto un pellizco en el culo. Mientras, Marc está "sentado en la nube más alta…." En la barra ella mira y la miran mientras espera. Cuando vuelve Marc está bajando del escenario y pide al público que se siente en el suelo. Ella llega justo a tiempo de sentarse y se le cae un poco de cerveza en la cara y en el escote. Él se le acerca y se la limpia del cuello con la lengua. Marc está de pie delante de ellos dos. Se ha dado cuenta y les guiña un ojo en mitad de "el giraluna".
Termina la canción, él le da la mano para ayudarla a levantarse del suelo y la recibe en lo alto con la boca. Lo propio hace Jesús con Marc ayudándole a subir al escenario. Y la siguiente, "en mi garganta", ya la escuchan y la cantan entrelazados. El le susurra al oído un fragmento de la letra: "está en mi garganta, está en mi garganta, me está cortando y sangra, me está cortando y sangra, me ahoga el te quiero que jamás podré decir". Mmmm. Ya está. Ya lo has dicho. ¡Ya está!.
La última canción que escuchan, y no del todo, es "El incendio". Nuestros chicos se han

La canción no ha terminado, pero ellos salen rápidamente de la sala medio desabrochados, buscando el refugio del coche. …Esto es el incendio, esto es el incendio, somos un incendio sin control….
Y después a casita, que mañana han quedado temprano para ir a recoger a los niños.